Homilía en la Santa Misa de las Fiestas Patronales del Instituto Nuestra Señora del Carmen (Coghlan)
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La experiencia y el testimonio de los cristianos a través de los siglos, confirma no solamente la presencia fiel del Señor Jesús (tal como lo había prometido: “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”), no solamente la ayuda del Espíritu Santo (tal como lo había prometido: “Les enviaré otro Paráclito para que esté siempre con ustedes”), sino también por un gran amor que Jesús nos tiene, nos regala la compañía maternal de la Virgen María.
Los cristianos a lo largo de los dos mil años de la Iglesia fueron sintiendo, especialmente en los momentos más difíciles de sus vidas, que María Ssma. estaba con ellos. Y la Virgen María le fue regalando a la Iglesia numerosos signos de su presencia, entre ellos, el escapulario del Carmen. El escapulario nos recuerda que la Virgen nos abraza con amor de Madre y nos lleva de la mano al encuentro de Jesús. Hoy le decimos con profunda confianza: “María, llevanos a Jesús”.
Y es muy importante el signo del escapulario. Porque la Virgen se lo entregó a san Simón Stock y los frailes carmelitas lo usaban como delantal de trabajo a lo largo del día, sintiendo a la Virgen junto a ellos.
Por eso, quería reflexionar con ustedes sobre un aspecto del escapulario: la consagración del tiempo. El escapulario nos recuerda que la Virgen está con nosotros siempre: en el colegio, en casa, con los amigos, cuando estamos tristes o alegres. La Virgen comparte con nosotros lo que vivimos, lo que pensamos y sentimos, porque es nuestra Madre amada.
Y por eso, al usar el escapulario, le ofrecemos a ella y, junto con ella, a Jesús, todo lo que hacemos y lo que somos. Cada gesto de amor, cada dificultad, cada esfuerzo, cada tristeza, cada cosa linda… todo es un regalo a la Virgen y a Jesús. El escapulario es nuestra alarma cotidiana para acordarnos de rezar y de vivir para Jesús. Como dice él en el Evangelio: para ser como María, hay que hacer siempre la voluntad de Dios.
Le pedimos a Jesús que, por medio de la celebración de esta Misa, vivamos cada día ofreciendo todo lo que hacemos y lo que somos a Dios junto con la Virgen María, y que podamos sentir su presencia maternal que nos acompaña y nos sostiene en el camino de la vida.
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Gracias, p. Artu, por compartirme esta idea de predicación.