Homilía en la Santa Misa del XXV domingo durante el año
Contexto
El domingo pasado, después de que Pedro confesó que Jesús es el Mesías, él anunció su destino: ser entregado, morir y resucitar. Pedro rechaza este camino, y Jesús lo reta diciéndole “ve detrás de mí”, es decir, seguí siendo discípulo, no te adelantes. Y después, Jesús enseña a sus discípulos sobre la necesidad de renunciar a sí mismos y tomar la cruz para seguirlo.
El conflicto
Hoy Jesús anuncia nuevamente su pasión: entregar la vida por medio del sufrimiento y la muerte para resucitar al tercer día. Y les va contando esto mientras van caminando.
Pero parece que los discípulos “están en otra”. Mientras Jesús habla de su misión, ellos discuten otra cosa, como si hablaran dos idiomas diferentes. “¿De qué hablaban por el camino?”, les pregunta. Y, como los chicos cuando se ven atrapados en alguna macana, no se animan a contestar. Mientras Jesús les habla de la entrega de su vida, ellos se pelean por quién es el más importante. Todavía no entienden nada.
La enseñanza de Jesús
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Jesús, entonces, va más allá y quiere enseñarles: para ser el primero hay que ser el último y el servidor de todos. Y pone un ejemplo concreto: recibir a cada pequeño como a él mismo.
El Señor les enseña que quienes quieran ocupar el primer lugar, deben ponerse a servir y a cuidar de los demás, en lugar de aprovecharse de privilegios. Por eso, en la liturgia existen los “ministerios”, palabra que significa “servicios”. La “jerarquía” en la Iglesia ha sido puesta por Jesús para servirla, no para servirse.
A quien se le confía una misión, una responsabilidad ante los hermanos, debe ponerse en último lugar, cuidando del bien de todos. En actitud de escucha y diálogo. No pensemos sólo en la política, tan nublada por la sed de poder para beneficio personal o de unos pocos. En lugar de servir, se sirven de la confianza y del bien del pueblo, y los que más sufren son los chicos y los viejos.
Pero pensemos también para nosotros. En la familia: padres, madres, abuelos. En el trabajo: pequeño o grande en nuestra responsabilidad.
El desafío
Les propongo dos cosas para rezar:
· Jesús nos hace a nosotros la pregunta: ¿de qué hablaban por el camino? Por eso, preguntarse: ¿de qué hablábamos cuando veníamos a Misa? ¿cuáles son nuestros temas de conversación? ¿Hay espacio para Dios cuando hablamos? ¿Qué cosas nos preocupan de verdad? ¿Están nuestros pensamientos en sintonía con el Evangelio o desafinamos?
· Vivir en clave de servicio y no buscando privilegios. Que todo lo que hagamos sea por el bien de los hermanos, y no para satisfacer un provecho o un capricho personal. Ahí vamos a encontrar el regalo de la santidad. Tener gestos de caridad para con el que tenemos al lado, escuchar al otro, saber dialogar, valorarlo, construir juntos.
Le pedimos al Señor la valentía para vivir nuestra vida en clave de servicio.