Homilía en la Santa Misa del XXI domingo durante el año
Seguramente en la vida hemos tenido que tomar decisiones. Y muchas de ellas, muy importantes. Fundamentales para nuestro futuro, para ser lo que hoy somos. Decisiones en el trabajo, en la vida familiar, y también a nivel personal y espiritual.
La primera lectura nos invita a contemplar el final de la vida de Josué, su último discurso. Como sucesor de Moisés, ha conducido al pueblo en la entrada a la tierra prometida. Ha recordado muchas veces la alianza, y ahora se prepara para sus últimas palabras. Invita al pueblo de Israel a tomar una decisión: servir al Señor Dios o a los dioses paganos.
Y el pueblo responde con una confesión de fe: “Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses. Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de Egipto, de ese lugar de esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y el que realizó ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios. Él nos protegió en todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por donde pasamos.” Es decir, serviremos al Señor porque hemos experimentado su bondad.
En el Evangelio, Jesús también presenta a los discípulos una disyuntiva: imitar a muchos que lo abandonan o reafirmar el seguimiento. ¡Cuántas veces los discípulos se vieron frente a esta situación! Sobre todo cuando eran perseguidos, cuando se los prohibía, cuando los callaban y los mataban… A cada paso, los discípulos escuchaban esta pregunta en el interior del corazón: “¿También ustedes se quieren ir?” Resonaba en ellos recordando el rostro triste del Señor por aquellos que se iban alejándose de la felicidad del Reino.
Y Pedro, hablando en nombre de todos como cabeza del colegio apostólico, dice esa dulce y firme sentencia: “¿Dónde vamos a ir? Sólo vos tenés palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que sos el Santo de Dios.”
Es la experiencia del don recibido, que lleva a reafirmar la entrega. La moral católica nos enseña acerca de la opción fundamental por Cristo y por su Reino. Como respuesta de amor por haber experimentado su ternura, el hombre hace su opción fundamental por Cristo. Pero para que no sea un mero sentimiento noble, la opción fundamental debe plasmarse en elecciones cotidianas, concretas.
En la medida en que elegimos el bien y la verdad en nuestros actos cotidianos, nos acercamos a Dios. Cada día será una nueva oportunidad de elegir otra vez al Señor, de responder a su amor infinito con nuestro pobre amor.
Frente a tanta indiferencia religiosa, frente a tantos que nos ven como antiguos o ingenuos, Jesús que nos pregunta: “¿También ustedes se quieren ir?”.
Hoy también nos urge a responder: elegí si vas a servir a Dios o vas a ser esclavo del mundo. Por eso, podemos pensar qué responder a partir de nuestra experiencia de fe: ¿nosotros hemos creído y sabemos que es el Santo de Dios? ¿De qué nos ha liberado Dios?
Por eso, haciendo memoria de lo que Dios ha hecho en nosotros, animémonos a dar nuestra respuesta cotidiana en nuestra forma de vivir, de pensar y de obrar. Nuestra opción fundamental por Cristo, por el Reino, por la santidad, se juega en cada elección concreta, en cada momento. Tanto María como José han sabido responder generosamente al amor de Dios. Ayudados por su ejemplo, demos también nuestra respuesta a Dios.