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  • Foto del escritorPbro. Claudio Matías Barrio De Lázzari

Discreto servicio

¡Hola, querido lector! Quería compartirte un pequeño testimonio personal de experiencias que tuve estas últimas semanas. Dos sacerdotes que fueron nombrados párrocos me pidieron que los ayude a preparar la celebración que se llama "Misa de inicio del ministerio pastoral", o bien, "Introducción de un nuevo párroco". Antiguamente se le conocía como "toma de posesión", con una connotación más legal y clerical (notas que también son parte de ser párroco, pero no lo central de la Misa).


Fue muy lindo preparar las celebraciones, siempre en diálogo con algunos de la comunidad donde los nuevos párrocos "aterrizarán". Sobre todo, ser testigo de la esperanza y la alegría de las personas que lo reciben, y también de la emoción que supone este nuevo paso.


Junto con esta tarea, ardua pero hermosa, hay otra tarea específica del día de la Misa de inicio del ministerio pastoral: el ministerio de "Maestro de la celebración". Algo que, les confieso, no me gusta tanto, pero que lo hago con mucho cuidado y dedicación (y errores también, soy 100% humano). Es un servicio que me hace ser testigo privilegiado de miradas, pensamientos, movimientos, que nos hablan tanto de Dios y de lo que sienten todos los que celebran la Eucaristía.


Al terminar una de estas Misas de nuevos párrocos, el Arzobispo me agradeció por la colaboración (como suele hacer con mucha gentileza) y destacó algo: "Sos muy discreto para servir". Bueno, quizás no me conoce tanto para notar que discreción es sinónimo de timidez en mi caso. Pero tengo que reconocer que es verdad: busco la austeridad de los gestos y la sencillez de los movimientos, acaso para que se vea más patentemente la grandeza del misterio de Cristo que se ofrece.


Creo que uno de los riesgos que podemos tener los sacerdotes al presidir o servir en la Eucaristía o en los sacramentos, es convertirnos en protagonistas: acaparar la atención de tal modo que opaquemos la centralidad de Cristo. ¡Ojo! Con esto no quiero decir que hay que ser aburridos, monótonos ni nada de eso. Es importante que busquemos la mejor manera de trasmitir la gracia sacramental, poniendo nuestra creatividad y talento. Pero sin protagonismos, como nos enseña el Papa Francisco.


El misterio que celebramos es demasiado grande, y a la vez se nos ofrece en cosas tan sencillas (palabras y gestos, elementos y movimientos). Ojalá aprendamos a descubrirlo cada vez más y mejor. ¡Un abrazo a todos!




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