¿Qué es el tiempo de adviento?
Si leemos de la RAE la entrada “adviento”, la única definición es “En algunas Iglesias cristianas, tiempo litúrgico de preparación de la Navidad, en las cuatro semanas que la preceden.” De aquí, tenemos una imprecisión: a la fiesta de Navidad no la preceden necesariamente cuatro semanas. Veamos un ejemplo: en el 2022, la Solemnidad del Nacimiento del Señor cayó día domingo. Por lo tanto, el domingo anterior fue el IV domingo de adviento y así, sucesivamente, hasta llegar al 27 de noviembre que fue el primero. Entonces tuvimos cuatro semanas completas de adviento. Pero, por ejemplo, este año la Navidad cae el miércoles 25. El domingo anterior es IV domingo de adviento y así, sucesivamente, hasta llegar al 1º que fue el primer domingo. Entonces, tenemos tres semanas completas y la mitad de la cuarta semana. Por eso, la definición de la RAE es imprecisa.
Podemos decir que, con el adviento, comenzamos como Iglesia un nuevo año litúrgico, en el cual celebramos los misterios de la vida de Jesús. La palabra adventus significa venida, advenimiento. Una palabra que se aplicaba en la antigüedad a la llegada de algún personaje importante.
El adviento cristiano, es el tiempo que comienza cuatro domingos antes del Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Celebramos la «doble venida» de Cristo:
· Preparamos la celebración de la venida del Señor en nuestra historia.
· Esperamos la segunda venida del Señor en su gloria.
Nosotros, que hemos conocido por los apóstoles la venida del Hijo en nuestra historia hace dos mil años en Belén, tenemos el anhelo de una venida más plena. Pero reconocemos que también cada momento es una venida del Señor, una venida cotidiana a través de los sacramentos, de los hermanos, de su Palabra, y de tantas mediaciones.
¿Cuál es su historia? [1]
Con el establecimiento de la solemnidad de la Natividad del Señor el octavo día antes de las calendas de enero (25 de diciembre), se corrió el comienzo del año litúrgico que antes era en la Pascua.
Desde el siglo IV hay registros de un período de preparación a la Navidad.
En España, un canon del concilio de Zaragoza (ca. 380-381), invita a los fieles a acudir a la asamblea durante las tres semanas que preceden a la Epifanía (es decir, desde el 17 de dic.) especialmente para huir de la dispersión de las fiestas paganas y retomar su sentido cristiano. Parece que en la fiesta de Epifanía se celebraban los bautismos (según un uso oriental) y por ello se daba un tiempo de preparación catecumenal.
En Francia, un sermón del siglo XI cita un texto atribuido a san Hilario de Poitiers (+367) en el cual se invita a los fieles a prepararse a la venida del Señor con tres semanas de prácticas ascéticas y penitenciales como reacción a las fiestas paganas del mes de diciembre. En el siglo V, hay una preparación a la Navidad de seis semanas, llamada cuaresma de san Martín (por el santo obispo de Tours). Tiene una marcada dimensión de caridad que debe influir en la vida social.
En Rávena (Italia): preparación a la fiesta de la Navidad con un carácter mistérico con oraciones que se refieren al Nacimiento del Señor y su preparación en el AT. Tiene un sentido más espiritual que penitencial.
En Roma, hacia el siglo VI, san Gregorio magno propone cuatro semanas. Se hace una relación entre la primera venida del Señor y su venida gloriosa al final de los tiempos. Con la evangelización de Europa y, luego, de otros continentes, el adviento de la liturgia romana fue el que más se extendió en el mundo. Pero no todas las familias litúrgicas tienen la misma forma. Por ejemplo, la bizantina, la copta y la etíope tienen una preparación de cuarenta días aproximadamente. Mientras que en la siríaca son 50 días.
Luego, en la Edad Media, se introducirán los elementos litúrgicos propios del adviento: himnos, antífonas, melodías, etc. Por ejemplo, hasta mediados del siglo XII aún se cantaba el himno Gloria en las misas del domingo de adviento.
¿Cuáles son las características litúrgicas?
Comienza el domingo más próximo al 30 de noviembre y se extiende durante cuatro semanas. La cuarta semana se ve interrumpida por la Navidad, cuya fecha es fija (25 de diciembre).
Con las I Vísperas del primer domingo de adviento, comienza un nuevo año litúrgico. Cambia el ciclo de lecturas bíblicas de los domingos, de las ferias y de la liturgia de las horas.
Es un tiempo de conversión y preparación. Por ello, las características de las celebraciones serán más sobrias que las habituales para que se resalten los elementos festivos de la Navidad.
- El altar puede adornarse con flores y puede tocarse música instrumental, pero todo esto con mayor moderación que el resto del año.
- Se suprime el himno del Gloria los domingos, en espera del canto solemne en la noche de Navidad. Permanece en las solemnidades y fiestas (como el 8 y el 12 de diciembre).
Pero no tiene el mismo carácter penitencial de la cuaresma, por lo que no se suprime el alleluia.
El color litúrgico propio de este tiempo es el morado o violeta. Se puede utilizar rosado el tercer domingo de adviento. Las solemnidades y fiestas conservan su color litúrgico.
El tiempo de adviento se divide en dos partes, siguiendo la antigua tradición:
- Preparación remota: del I domingo de adviento hasta el 16 de diciembre. Predomina un carácter escatológico, meditando sobre la venida del Señor al final de los tiempos. Se pueden celebrar las memorias de los santos, con su color litúrgico.
- Preparación próxima: del 17 al 24 de diciembre, en lo que constituye las «ferias privilegiadas de adviento» o la «novena de Navidad». Cada día tiene un formulario propio para la Misa y lecturas propias que no deben cambiarse.
Una característica litúrgica de este tiempo es el armado de la Corona de adviento. Hecha con ramas verdes en forma circular que indican la esperanza y el amor infinito del Señor por el hombre, se ponen sobre ella cuatro velas representando cada domingo de este tiempo, y se van encendiendo progresivamente (una tras otra) al comenzar la Santa Misa del domingo o en el rezo de las primeras Vísperas. El bendicional prevé una bendición de la corona y ofrece algunas líneas para encender cada vela, aunque no es normativo esto último. De hecho, la liturgia romana tan austera no presenta un texto para cada domingo en el encendido de la corona, se puede hacer en silencio también. Tampoco dice quién lo debe encender: puede ser el sacerdote, el diácono o una persona de la comunidad.
[1] Mario Righetti, Historia de la liturgia, vol. 1, BAC 132 (Madrid: BAC, 1954), 676.
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