Un pedacito de una charla que ofrecí...
Muchas veces solemos escuchar hablar de aquello que revisten los distintos ministros para celebrar la liturgia de la Iglesia. Primero quiero indicar un nombre insuficiente o impreciso para hablar de esto: el término ornamentos. Ornamento es algo que decora, algo accesorio que está de más, que es optativo, y que se pone para que sea estéticamente más lindo.
¿Cuál es el nombre apropiado, entonces? “Vestimentas litúrgicas” o “vestidos litúrgicos”. Una vestimenta o un vestido es aquello que viste al cuerpo. Y litúrgico hace referencia a la función que cumple, a la finalidad para la cual fueron realizadas.
Al estilo de los demás signos y símbolos de la liturgia, tienen un sentido más profundo al cual refieren. En términos generales, luego entraremos en lo particular de cada una de las vestimentas, las funciones son:
Reconocer que estamos realizado una celebración sagrada: muestra un cierto “salto” entre la vida cotidiana y el momento celebrativo. Así como pasar de la calle al templo. Revestirse de las vestimentas litúrgicas nos hace comprender que es una “obra de Otro”.
Subrayar el carácter festivo de las celebraciones: mostramos el amor al misterio celebrado, la alegría y el respeto por lo sagrado, y evidenciar el tiempo y las acciones de la liturgia.
Distinguir los distintos ministerios: distinguir sin separar, porque somos parte de un mismo pueblo sacerdotal, en donde algunos tienen además el sacerdocio ministerial, pero todos celebramos al Señor. Y allí está el ministerio del que preside, de los que concelebran, de los que proclaman las lecturas, de los que distribuyen la comunión, de los que sirven al altar, de los que animan el canto, etc.
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