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  • Foto del escritorPbro. Claudio Matías Barrio De Lázzari

La Misa: comemos el Cordero Pascual

En algunas celebraciones de la Misa durante estos días, viene resonando en mi corazón una figura bíblica que está presente en la liturgia, y que es muy importante para nuestra fe: el cordero pascual.


Debemos tener en claro que, mientras no profundicemos en la Palabra de Dios, la sagrada liturgia será para nosotros algo lejano y carente de sentido; o bien, algo subjetivo y sentimentalista. La liturgia, ejercicio del sacerdocio de Cristo, actualización de su Misterio Pascual, es siempre algo que nos inunda y nos desborda. Y la Palabra de Dios nos aporta el sentido profundo de los ritos sagrados. De hecho, la Santa Misa está llena, inundada, de citas bíblicas explícitas e implícitas. Vamos a descubrir un poco más.



1) El Cordero de Dios


1) A. El Cordero Pascual


El cordero es la cría de la oveja, ganado tan presente a lo largo del mundo. El ganado bovino ofrece a los pueblos tres cosas: alimento (carne), bebida (leche) y abrigo (lana). Muy antiguamente se utilizó también como animal de sacrificio. Los pueblos antiguos sacrificaban a la divinidad algo de lo mejor que tenían, de lo más valioso. Y también así lo hizo el Pueblo de Israel.


Entre los mandatos que Dios había dado a Moisés está el cómo celebrar la Pascua. Antes de enviar la última y definitiva plaga por la cual el Faraón dejaría salir a las tribus israelitas oprimidas de Egipto, Dios describe a Moisés cómo deberán celebrar este «­paso» de Dios. Así se dice en el libro del Éxodo (12,2-12):


Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año. Digan a toda la comunidad de Israel: El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente. Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito.

Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman. Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas. No la comerán cruda ni hervida, sino asada al fuego; comerán también la cabeza, las patas y las entrañas. No dejarán nada para la mañana siguiente, y lo que sobre, lo quemarán al amanecer.

Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor. Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.


Aquí podemos enumerar los siguientes elementos:

  1. La santificación del tiempo: el día 10 del primer mes. Allí comienza la celebración de la Pascua judía con el guardado del cordero.

  2. Descripción del animal: cordero o cabrito (ganado menor), sin defecto y de un año. Guardarlo hasta el día 14.

  3. Sacrificio: al atardecer del día 14 se debe inmolar y, con su sangre, hacer una marca en las puertas de las casas (para que el ángel exterminador pase de largo).

  4. Comida pascual: se debe comer entero y asado con pan sin levadura (porque no hay tiempo de esperar el leudado, ya viene la liberación) y verduras amargas (símbolo de la esclavitud y los trabajos forzados). Rápidamente (se acerca la liberación que Dios hace de su pueblo).

  5. Postura en la comida pascual: de pie, calzados y con bastón, porque hay que salir rápidamente.


1) B. El chivo expiatorio


Una frase que ha quedado en el sentir popular para referirse a una persona o grupo de personas inocentes que son acusadas de algo, para ocultar al verdadero responsable. Si bien son dos animales diferentes, el chivo expiatorio del libro del Levítico ilumina mucho la realidad del Cordero de Dios que san Juan el Bautista toma para señalar a Jesús.


Dice el libro del Levítico (16,20-22):


Cuando haya terminado de practicar el rito de expiación por el Santuario, por la Carpa del Encuentro y por el altar, presentará el chivo que todavía está vivo. Aarón impondrá sus dos manos sobre la cabeza del animal y confesará sobre él todas las iniquidades y transgresiones de los israelitas, cualesquiera sean los pecados que hayan cometido, cargándolas sobre la cabeza del chivo. Entonces lo enviará al desierto por medio de un hombre designado para ello. El chivo llevará sobre sí, hacia una región inaccesible, todas las iniquidades que ellos hayan cometido; y el animal será soltado en el desierto.


Casi podríamos imaginar la escena. Aarón como sumo sacerdote imponiendo las manos sobre el chivo y confesando los pecados del pueblo. «Cargándolos» sobre él y enviándolo lejos del campamento. Aquí podemos entender un poco más la misión de Cristo de cargar sobre sí los pecados (Cf. Is 53,6) y de quitarlos del mundo (Cf. Jn 1,29). De hecho, ha sido el mismo sumo sacerdote Caifás quien, en la Pasión del Señor, pronunció la sentencia de muerte (Cf. Jn 18,14).


Junto con este chivo que se envía al desierto, hay otro chivo que se inmola. La sangre de ese animal se juntaba en un recipiente y se lleva a la presencia de Dios (donde estaba el Arca de la Alianza) para que Dios tenga compasión del pueblo. En la época de Jesús seguía haciéndose este rito.


2) Jesús, el Cordero


Jesús nunca se refirió a sí mismo como Cordero de Dios. Sin embargo, los primeros cristianos no dudaron en aplicar al Señor Jesús las palabras del Antiguo Testamento que refieren al cordero que se comía en la Pascua desde el tiempo del éxodo, fusionándolo con el chivo del día de la expiación para pedir el perdón de los pecados.


Por ello, tenemos a Juan Bautista señalando a Jesús y diciendo a los discípulos: "¡Miren! El Cordero de Dios que saca el pecado del mundo" (Jn 1,29) y "¡Miren! El Cordero de Dios" (Jn 1,36). Y también en la Última Cena, Jesús entrega el cáliz con su sangre de alianza nueva y eterna, que recuerda la sangre del cordero pascual coloreando los marcos de las puertas en las casas israelitas en Egipto.


Si investigamos un poco el arte paleocristiano, entre las primeras imágenes que representan a Cristo está el cordero. Normalmente de pie, aunque se vea ensangrentado o herido, con la aureola de santidad y una bandera de victoria. Nos recuerda la imagen del libro del Apocalipsis:


"Entonces vi un Cordero que parecía haber sido inmolado: estaba de pie entre el trono y los cuatro Seres Vivientes, en medio de los veinticuatro Ancianos. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra." (Ap 5,6).


De hecho, en este libro, «cordero» aparece 34 veces, miren qué importante es esta palabra.


«Eusebio de Cesarea, en su Tratado sobre la solemnidad de Pascua, s. IV, explica que "los seguidores de Moisés inmolaban el cordero pascual una vez al año, el día catorce del primer mes, al atardecer. En cambio, nosotros, los hombres de la nueva Alianza, que todos los domingos celebramos nuestra Pascua, constantemente somos saciados con el cuerpo del Salvador, constantemente participamos de la sangre del Cordero"» (Carvajal González, p. 2).


En esta obra, citada a pie de página y disponible en formato digital, se pueden ver fotografías de obras artísticas que reflejan la idea de Cristo-Cordero.


3) El Cordero de Dios en la liturgia


Dejando la Sagrada Escritura, pasamos a nuestro tema dominante del blog: la liturgia. Después del Padrenuestro, la imagen del cordero domina las oraciones y el canto antes de la comunión de los fieles. Vayamos parte-por-parte. Opto por poner los textos litúrgicos según el original latino y ofrezco una traducción literal entre paréntesis, para apreciar más perfectamente la centralidad de la figura del Cordero.


  • Después de la invocación de la paz (y del saludo, si es conveniente), se canta el «Agnus Dei», el «Cordero de Dios». Fíjense que es después del saludo de la paz y no durante el mismo. Porque este canto acompaña un momento muy importante que no debe pasar desapercibido. Por eso, le damos lugar al saludo de la paz y, luego, comenzamos con el canto.


  • Mientras se canta el "Cordero de Dios", el sacerdote que preside parte la hostia consagrada al medio y coloca una pequeña parte en el cáliz, diciendo una oración en voz baja: “Haec commixtio Corporis et Sanguinis Domini nostri Iesu Christi fiat accipientibus nobis in vitam aeternam” (“Esta mezcla del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo nos haga aceptos para la vida eterna”).


  • "Luego" del canto, el que preside hace una oración privada para disponerse a comulgar dignamente la Eucaristía. También los demás en la asamblea se disponen a la comunión con el silencio preparatorio.


  • "Luego" de esta oración, el sacerdote que preside hace una genuflexión y muestra la hostia consagrada "mientras" dice: "Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit peccata mundi. Beati qui ad Cenam Agni vocati sunt." ("He aquí el Cordero de Dios. He aquí el que quita los pecados del mundo. Felices los que han sido llamados a la Cena del Cordero.")


  • La asamblea responde a esta aclamación, parafraseando la oración del centurión: "Domine, non sum dignus ut intres sub tectum meum, sed tantum dic verbo et sanabitur anima mea." ("Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, pero tan sólo di una palabra y mi alma será sana".)


Ahora vamos a profundizar en estos puntos en los que aparece la palabra Cordero. ¿Qué sentido tiene esa aclamación? ¿Qué sentido tiene ese momento litúrgico? ¿Cómo se conecta con los demás momentos?


4) El canto del Agnus Dei (Cordero de Dios)


Con la fracción del pan consagrado comienza el canto del Cordero de Dios. Se atribuye al papa san Sergio I (que tuvo su pontificado entre el año 687 y el 701) su introducción en la liturgia antes de la comunión. Antiguamente, la fracción del Pan se hacía en silencio, pero el Papa añadió este canto. Según algunos historiadores de la liturgia, tal vez para protestar contra el segundo concilio trullano de Oriente (692) que, entre otras cosas, prohibió representar a Cristo con el Cordero. El pueblo canta al Cordero de Dios como lo hace la Iglesia triunfante en el Apocalipsis:


"El Cordero vino y tomó el libro de la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono. Cuando tomó el libro, los cuatro Seres Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron ante el Cordero. Cada uno tenía un arpa, y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los Santos, y cantaban un canto nuevo, diciendo:


«Tú eres digno de tomar el libro y de romper los sellos, porque has sido inmolado, y por medio de tu Sangre, has rescatado para Dios a hombres de todas las familias, lenguas, pueblos y naciones. Tú has hecho de ellos un Reino sacerdotal para nuestro Dios, y ellos reinarán sobre la tierra».


Y después oí la voz de una multitud de Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Su número se contaba por miles y millones, y exclamaban con voz potente:


«El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza».


También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían:


«Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos».


Los cuatro Seres Vivientes decían: «¡Amén!», y los Ancianos se postraron en actitud de adoración." (Ap 5,7-14)


Pero en el mismo libro del Apocalipsis, aquellos que habían sufrido la persecución y que ahora se visten de blanco, también cantan al Cordero:


"Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente:


«¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!».


Y todos los Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo:


«¡Amén! ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!»." (Ap 7,9-12)


En el libro del Apocalipsis es un canto de victoria que la Iglesia triunfante unida a los ángeles tributa al Cordero que es a la vez el Pastor: "El Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos". (Ap 7,17) Los fieles que han pasado por la tribulación de ser perseguidos y martirizados, y ahora tienen palmas y túnicas blancas, vitorean al Cordero que, aunque inmolado, permanece erguido y vivo para siempre.


Sin embargo, el canto de la Iglesia peregrina en la liturgia es, a la vez que reconocimiento del Cordero, súplica penitencial que dispone a recibir la Eucaristía en la comunión. "Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis" ("Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros"). Por tres veces se canta esta súplica penitencial, aunque posteriormente fue reemplazada la tercera por "dona nobis pacem" ("danos la paz").


Se pide misericordia a Aquél que, con su propia vida, ha reconciliado y pacificado todas las cosas en sí mismo, por su sangre derramada en la cruz (Cf. Col 1,20; Cf. Pref. Común I). Súplica que hace eco del Gloria, cuando se le dice a Cristo: "Dómine Deus, Agnus Dei, Filius Patri. Qui tollis peccata mundi, miserere nobis. Qui tollis peccata mundi, suscipe deprecationem nostram" ("Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros. Tú, que quitas los pecados del mundo, atiende nuestras súplicas.")


¡Qué maravilla! A la comunión de la Iglesia triunfante unida al coro angélico que alaba al Cordero, se le une la comunión de la Iglesia peregrina que recibirá al Cordero.


En la liturgia romana, hay un conflicto de traducción entre el original griego del Evangelio τὴν ἁμαρτίαν (tèn hamartían, el pecado) y la traducción latina peccata (los pecados). Convierte la palabra a la forma plural. Pero no podemos argumentar por qué se haya dado esa transformación.


5) La fracción del Pan


Mientras cantamos el Agnus Dei, el que preside parte el pan consagrado sobre la patena. Ese partir el pan consagrado remite a la segunda acción eucarística de Cristo: "lo partió". Con esta sagrada acción, los discípulos reconocen a Cristo en la casa de Emaús (Cf. Lc 24,30 y ss.; Cf. Plegaria Eucarística por diversas necesidades).


En los primeros años del cristianismo, la Eucaristía se llamaba la fracción del Pan (Cf. Hch 2,42. 46; 20,7; 27,35; Cf. 1Co 10,16-17) y, junto con la comunión, eran los signos identificatorios del banquete eucarístico.


Simbólicamente, la fracción del Pan consagrado recuerda la muerte de Jesucristo que se ha partido por nosotros, entregándose por nuestros pecados. Y una parte del Pan consagrado se coloca dentro del cáliz donde está el Vino consagrado, símbolo de la resurrección de Cristo (unidos Cuerpo y Sangre) que nos da la Vida eterna.


6) La aclamación joánica y la invitación escatológica


Una vez que el sacerdote que preside ha terminado de rezar la oración secreta para disponerse a comulgar, eleva el Pan consagrado sobre la patena o sobre el cáliz que contiene el Vino consagrado (esta segunda opción es la más adecuada para evidenciar la unidad de las especies consagradas como sacramento de Cristo). Y exclama lo que Juan el Bautista dijo a sus discípulos señalando a Jesús: "Ecce Agnus Dei, qui tollit peccata mundi." ("He aquí el Cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo." Jn 1,29)


El sacerdote cumple, de este modo, la misión cristiana de señalar a Cristo como salvador de los hombres, como redentor, como Aquél que elimina, remueve, el pecado del mundo. Una cita textual de Juan el Bautista, que no debería ser cambiada a creatividad del ministro.


Para la Iglesia es una confesión de fe enorme, reconocer oculto bajo el velo de las especies de pan y vino, la presencia real y sacramental de Jesucristo.

A continuación de la aclamación joánica, el sacerdote realiza una invitación escatológica: "Beati, qui ad cenam Agni, vocati sunt" ("Felices los que son llamados a la cena del Cordero"). Es una paráfrasis de Ap 19,9: "Felices los invitados al banquete de bodas del Cordero". Banquete de bodas del fin del mundo, cuando el Señor vuelva a restaurar todas las cosas e instaurar definitivamente su Reino. Es una forma de decir: felices los invitados al cielo, a la vida eterna. Vida que se hace presente en el banquete eucarístico.


Por ello, la invitación del sacerdote nos hace pensar en el altar y en el cielo. Felices los invitados a la cena del altar y al banquete celestial.


7) La respuesta de la asamblea


A la aclamación joánica y la invitación del sacerdote, la asamblea responde reconociendo su indignidad para participar del sagrado convite, pero también suplicando con confianza a Cristo para que aumente su fe.


"Domine, non sum dignus ut intres sub tectum meum, sed tantum dic verbo et sanabitur anima mea" ("Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, pero tan sólo di una palabra y mi alma será sanada") ¿De dónde nos suenan estas palabras? Sí, del centurión que pidió la curación de su sirviente. Lo encontramos en Mt 8, 5-11. Jesús le dijo que él mismo en persona iría a sanarlo, pero el centurión no se siente digno, y le dice estas palabras de Mt 8,8.


Inmediatamente antes de comulgar, reconocemos que siempre somos indignos de tomar este sacramento, pero que es Jesús el que nos hace dignos y fortalece nuestra fe.


Una pequeña nota. Las liturgias orientales (y algunas occidentales) tienen una fórmula semejante de humildad. "Lo santo para los santos", dice el sacerdote. Y el pueblo, al menos en la divina liturgia de San Juan Crisóstomo, responde: "Uno solo es el Santo, uno solo es el Señor". En el fondo, sólo Dios es santo y la fuente de santidad.


Conclusión


Ojalá esta pequeña investigación y reflexión sobre el Cordero de Dios en la Misa nos ayude a crecer en amor a la Eucaristía. ¡Es un misterio tan grande y tan hermoso!


En la bibliografía de consulta podemos encontrar un artículo sobre la iconografía medieval del Cordero de Dios, con hermosas imágenes para contemplar. Y también, por supuesto, la gran obra de historia litúrgica de Mario Righetti.


Bibliografía de consulta:


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